El estudio de la microbiota y su relación con la salud física y mental está transformando la visión médica de la enfermedad
Cuando comemos, no lo hacemos solo para nosotros. Además de alimentar a nuestras células, también damos sustento a una cantidad enorme de bacterias que viven en nuestro intestino. Estos microbios constituyen la que antes se llamaba flora intestinal, y que ahora se define como microbiota. Veamos algunas de sus características.
- En nuestro intestino viven más de 5000 especies distintas de bacterias, cientos de miles de millones de microbios.
- Todas las bacterias intestinales juntas pueden llegar a pesar hasta un total de 2 kilos, medio kilo más que el cerebro.
- Heredamos muchos de estos microbios de nuestra madre al nacer, cuando pasamos por el canal vaginal al momento del parto. Y nos acompañan de por vida.
- Cada persona tiene una microbiota ligeramente diferente, con más o menos cantidad de ciertas especies de bacterias. Esto depende de la dieta, de la genética, del ambiente y hasta de los niveles de estrés. Nuestra microbiota es única, como una huella dactilar.
- El abuso de antibióticos altera la composición de la microbiota, facilitando la proliferación de especies dañinas y de patógenos.

Microbiota: “el segundo cerebro”
En los últimos años, estos pequeños habitantes de nuestro cuerpo están en el punto de mira de los científicos por el papel sorprendente que juegan en nuestro bienestar físico y emocional. De hecho, hay quien sostiene que la microbiota debería considerarse como un órgano más de nuestro cuerpo. Incluso algunos científicos definen la microbiota como “el segundo cerebro”. Pero, ¿qué hace de tan importante?
Antes de todo, las bacterias intestinales nos ayudan a digerir la comida y a regular el sistema inmune. Pero también ayudan a producir varias sustancias que influyen en nuestras emociones. Como por ejemplo la serotonina, una sustancia importantísima para el bienestar. Se calcula que el 95 % del total de serotonina se produce en el sistema digestivo.
A su vez, el cerebro también influye en las bacterias, regulando su crecimiento. La comunicación entre microbiota y cerebro parece ser, por lo tanto, bidireccional. Es un ejemplo perfecto de cómo mente y cuerpo están conectados a nivel biológico.